Las amarillas forzadas: una lacra que debe finalizar
En el mundo del fútbol se ve a menudo como jugadores que están a una amonestación de ser sancionados la fuerzan a propósito para estar limpios ante citas importantes. Un caso reciente es el de Sergio Ramos, que además reconoció abiertamente el suceso en rueda de prensa.
En LaLiga hace años que vemos como los futbolistas son penalizados con un envite sin poder jugar por cada cinco amarillas que reciben en partidos correspondientes a la misma. Además, en Liga de Campeones también sucede a la tercera antes de hacerse limpieza automática al alcanzar las semifinales. Es habitual que jugadores importantes se pierdan por este motivo citas de menor importancia para asegurarse estar en las que tienen más peso en el devenir de la temporada, forzando una situación no reglamentaria para ser sancionados, ya sea con faltas calculadas a destiempo o tardar más de la cuenta poniendo el juego en balón a propósito.
El reglamento de la competición continental fija sanciones por recurrir a dicha práctica, algo que le ha sucedido al zaguero del Real Madrid por admitir abiertamente que lo hizo. De este modo, no sólo se perderá la vuelta de octavos de final ante el Ajax de Ámsterdam por haber recibido la tercera. Todavía queda pendiente conocer la sanción por hacerlo de forma premeditada, pero a Geoffrey Kondogbia la UEFA le ha dejado fuera para tres, decisión que el Valencia recurrirá.
Este tipo de situaciones son un ejemplo práctico del refrán "hecha la ley, hecha la trampa", donde los clubes encuentran un vacío legal para ajustar sus efectivos disponibles al calendario venidero. No obstante, los estamentos legislativos deberían endurecer las medidas punitivas cuando se producen casos de evidente premeditación, como en el caso del zaguero andaluz al hablar directamente con el banquillo y hacer el gesto de la cartulina o en el de otros casos anteriores.
Al fin y al cabo, las tarjetas amarillas son una sanción ante acciones que sobrepasan los límites del reglamento y pequeños castigos dentro del partido a modo de aviso. Como profesional, el futbolista debería tratar de recibir los menores amonestaciones posibles, aunque evidentemente hay acciones donde va a anteponer la medida punitiva a recibir un gol en contra, por ejemplo. En determinados contextos es muy relativo afirmar que se ha buscado la cartulina, pero cuando sean tan claras y no den lugar a la interpretación, deberían recibir una mayor multa en forma de partidos. De este modo se combatiría forzarlas tan descaradamente.
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