Ángel Correa es un diamante en bruto que los técnicos siguen subestimando
A los 84 minutos del complemento cuando el empate en cero parecía finiquitado entre las selecciones de Marruecos y Argentina, el revulsivo Ángel Correa, que había ingresado por Rodrigo De Paul, entró al área chica a todo trapo, se perfiló para su perfil y clavó un derechazo junto al segundo palo, dándole la victoria tan necesitada al combinado argentino. Fue su segundo gol con la albiceleste en 15 presentaciones.
El jugador número 12 es la etiqueta que más se le ha colocado al jugador desde que llegó al Atlético de Madrid en la temporada 2014/2015 con escasos 18 años, proveniente de San Lorenzo, habiendo sido una de las transacciones más emblemáticas en la historia del club de Boedo.
Quitando su primer año en el que no pudo participar por las anomalías en su corazón, el argentino es el caballito de batalla para su coterráneo y técnico, Diego Pablo Simeone. “Tiene bien instalado lo que necesita el equipo”, ha manifestado en forma de alabanza el “Cholo”. Su talento es indudable y el ex capitán de la selección Argentina ha sabido guiarlo dosificandolo de minutos, eligiendo los momentos para que pueda aprovechar las oportunidades que se le presenten. Puede jugar en muchas posiciones, de mediapunta o de extremo por ambas bandas.
Aunque jamás le ha importado los minutos que disponga para revolucionar las defensas, sabe que tiene que aprovechar cada instante desde el puesto que le toque representar. "Trato de estar siempre preparado para dar lo mejor de mí", ha sabido declarar con su habitual timidez.
Lógicamente nunca ha sido titular indiscutido desde que se encuentra en el Colchonero, pero cuando ha saltado al campo de juego siempre ha tenido un rol protagónico con la capacidad de incidir en el curso de un partido. Su problema fundacional radica en que se ubica en esa bifurcación que separa al titular del suplente. Su talón de aquiles son sus grises durante los partidos. Puedo romper las defensas con un quiebre de cintura, de la misma manera que equivocarse en la toma de decisión, marcando una grieta en la estructura táctica del equipo.
Sin embargo, para un jugador que no posee el mote de delantero goleador y no tener un lugar asegurado en el once inicial, el hecho de haber marcado 29 goles y brindado 28 asistencias en 178 partidos son estadísticas más que alentadoras y demuestran que su figura ha sido de sobremanera, subestimada.
Prácticamente ha disputado la misma cantidad de encuentros partiendo desde el inicio como saliendo desde el banquillo, aunque sus cifras demuestran a clara luz que que su presencia sobre el terreno, potencia a la plantilla e incrementa todas las facetas del juego colectivo. Pero la responsabilidad no es de él; al contrario, confirma que puede aportar desde el rol que le toque, característica que lo enaltece.
Sólo tiene 24 años y su margen de mejora es estratosférico. Solo merece más que una oportunidad, un voto de confianza que le permita entrar con regularidad sistemática en el equipo titular, tanto en la entidad madrileña como en la selección nacional y que la libertad sea su mejor socia de ataque.
El futuro llegó hace rato.